Auto significa hacia y sobre ti mismo.
Por tanto, la palabra autogestión nos habla de una gestión autónoma que el individuo hace sobre su propia actividad y rendimiento, tomando sus propias decisiones de manera orgánica, sin tener que cotejar la idoneidad o no de las mismas con otras personas.
Implica un grado de responsabilidad y compromiso con lo que uno mismo genera y el impacto que ese resultado tiene a su alrededor. Una muestra muy clara de autogestión la encontramos en cualquier organismo biológico del planeta.
Por ejemplo, el cuerpo humano.
Está compuesto de equipos (sistema digestivo, sistema nervioso, sistema muscular, etc) que funcionan con sus propias y específicas reglas y en colaboración íntima y permanente.
No funciona con las mismas reglas el sistema digestivo que el sistema nervioso, por ejemplo.
Contiene órganos (corazón, pulmón, hígado, cerebro, etc) de distinto grado de importancia que ejercen una jerarquía, siendo el corazón o el cerebro los líderes más indispensables sin los cuales la vida se extingue rápidamente.
Tenemos múltiples y variados microorganismos con funciones independientes -desde células de todo tipo hasta bacterias o virus sin los cuales enfermaríamos- indispensables para el buen funcionamiento de la biología del cuerpo.
Pero nadie está controlando el trabajo de nadie. Nadie le está diciendo a nadie lo que tiene que hacer o como tiene que hacerlo.
¿Os imagináis al corazón o al cerebro explicándole a las células hepáticas como tienen que hacer su trabajo?
¿O reuniéndose con el amplísimo hábitat que reside en nuestros intestinos para enseñarle como debe hacer para facilitar la digestión?
¿Resulta chistoso, verdad?
Pues es tan chistoso como el modelo de gestión que tenemos normalizado en la mayoría de las empresas.
Que no responde a una lógica coherente con los tiempos que corren y lo que es peor;
Tampoco demuestra una efectividad, rentabilidad o agilidad que nos conduzca a pensar que un modelo basado en la separación de funciones y en el control y supervisión de unos contra los otros es el más adecuado en este momento.
Un ejemplo de autogestión muy sencillo de entender lo encontramos en las características que tiene una buena banda de jazz.
La 1ª y más importante:
Cada uno debe ser virtuoso de su instrumento.
Hablaremos más sobre este importante punto en próximos artículos, por lo que ahora sólo subrayar lo fundamental que es.
En tu equipo de trabajo, ¿sois virtuosos, cada uno de vosotros, sobre vuestro propio trabajo?
¿Quieres ser bueno en tu trabajo? ¿Es algo que te interesa o te trae sin cuidado?
Sin esta variable no será posible alcanzar un 100% de autogestión, que es lo que necesita un equipo para obtener un alto rendimiento a la par que una alta plenitud. Aunque es posible que un grado parcial de autogestión sea suficiente para vosotros en este momento, después lo veremos.
La 2ª:
Una banda de jazz ha diseñado y acordado conjuntamente un cierto repertorio de temas, que ensayan habitualmente. Ósea, parten de la confianza de que cada uno sabe perfectamente hacer su trabajo, pero además han pactado un proyecto conjunto que está ensayado y con el que se sienten identificados y cómodos, en el que saben que se entienden.
Y 3º y fundamental característica sin la cual el jazz ya no sería jazz:
En sus conciertos –la analogía en la empresa sería cuando se pasa a la acción- dejan un porcentaje muy amplio del tiempo disponible a la «improvisación». Suele ser cuando más hacen vibrar al público, si os fijáis, cuando esa improvisación fluye.
Próxima entrega:
«Beneficios de aumentar el nivel de Autogestión TeaL en tu organización».
No te lo pierdas! ?