Pero bueno, lo tengo claro hasta donde yo alcanzo de claridad, que puede ser poco o bastante, pero nunca será del todo.
Porque nunca tengo ni toda la información que existe ni la perspectiva temporal suficiente como para estar segura del todo del todo.
Entonces, con todas esas serias limitaciones que tenemos los humanos, yo voy y te comunico mi posición.
Tú, con suerte, la escuchas.
Digo con suerte porque la escucha es un bien escaso en nuestra sociedad occidental…
Para después comenzar a procesar eso que has escuchado.
Para el procesamiento entran en juego: tus perspectivas, tus opiniones, tu biografía, tu cultura, tus intereses, tu identificación, tus principios, tus traumas, tus prejuicios, tus valores, etc.
Y una vez pasado todo por ese tamiz, integras un resultado.
Que será lo que finalmente has entendido. Yo me voy a mi casa pensando que te he comunicado clarísimamente todo lo que debía. Y tú te vas a la tuya creyendo que me has entendido perfectamente. De hecho, nos hemos dicho que estamos de acuerdo.
Pero la realidad es que nada de todo eso está ocurriendo.
Nos decimos que estamos de acuerdo a lo que uno ha entendido que decía el otro y a lo que el otro entiende que ha explicado bien.
Y aquí tenemos el galimatías montado 🤪
En plena era de la inteligencia artificial y yo que veo que nuestra madurez en la comunicación es todavía tan precaria… Que es casi imposible entenderse.
A mí me funciona bien tomar contacto con la realidad, llamar a las cosas por su nombre, y reconocer mis límites y mis alcances. En comunicación, parto de la premisa que el otro nunca va a entender lo que yo creo que quiero explicarle.
Y eso me pone en una disposición más humilde y realista y me protege de expectativas incorrectas. Muy importante esto último.